jueves, 28 de octubre de 2010

28

Y una noche no cualquiera, todo mi cuerpo se fijo en las nubes. En su color, su transparencia y su imaginación. Mi cuerpo descubrió la inteligencia de las nubes. La habilidad de jugar a hacer formas, y poder expresarse. La capacidad de lograr que todos mis sentidos se enfoquen en ellas. Porque podría pasar horas mirándolas jugar, transformarse, desvanecerse, y volver a aparecer. Las nubes son libres, hacen lo que quieren, cuando quieren, y como quieren.
(Me gustaría ser una nube pero no desvanecerme. Quiero volver a aparecer.)

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