domingo, 4 de julio de 2010

9 -

Pero amar traía sus cosas malas también, y ella no se lo esperaba. Sin embargo, las cosas malas llegaron, y todo nuevamente cambió.
Con el tiempo se fue sintiendo mal, tanto por dentro como por fuera. No sabía muy bien qué era lo que le pasaba, no sabía qué palabras usar para explicarlo. Solamente se sentía mal, y era lo único que sabía con certezas.
Pero quería certezas de un profesional, de alguien que supiera quizás, un poco más que ella, y le dijera que era lo que le estaba pasando, por qué se sentía de esa manera, y si había alguna forma de que el dolor pasara. Entonces fue a ver a un médico, y lo único que recibió como respuesta, fue que estaba en un estado gripal, que podía hacer que se sintiera mal.
"¿Estado gripal?", pensó en sus adentros, y se río. Irónicamente, ¿no? Un estado gripal no podía hacerla sentir de esa forma. Sabía que podría traerle dolores de cabeza, de estómago, congestión. Pero se supone que una gripe no te produce un vacío casi imposible de llenar. Se supone que un resfrío solamente te da la necesidad de comprarte pañuelos para sonarte la nariz, pero no te genera solamente ganas de llorar.
Y ella pensaba, mucho, acerca de un análisis que pudieran hacerle. Porque si ella se sentara a hablar con un médico, y le preguntara qué es lo que produce que las sonrisas disminuyan, que el dolor se agrave, que un vacío se apodere de su corazón, y que las lágrimas caigan a veces sin razón aparente...
¿Qué le contestarían? ¿Qué le diagnosticarían en ese caso?
Quizás amor, ¿no?
Quizás.

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