sábado, 26 de diciembre de 2009

A veces, por supuesto, usted sonríe
y no importa lo linda o lo fea, lo vieja o lo joven,
lo mucho o lo poco que usted realmente sea.
Sonríe cual si fuese una revelación

y su sonrisa anula todas las anteriores
caducan al instante sus rostros como máscaras
sus ojos duros
frágiles
como espejos en óvalo
su boca de morder
su mentón de capricho
sus pómulos fragantes
sus párpados
su miedo.
Sonríe y usted nace,

asume el mundo,
mira sin mirar
indefensa, desnuda, transparente.
Y a lo mejor si la sonrisa viene de muy,

de muy adentro,
usted puede llorar sencillamente
sin desgarrarse, sin deseperarse,
sin convocar la muerte ni sentirse vacía.
Llorar, sólo llorar.
Entonces su sonrisa,

si todavia existe,
se vuelve un arco iris.

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