sábado, 24 de octubre de 2009

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Es momento de desempolvar recuerdos, y de crear nuevas memorias para recordar. El polvo ya comienza a hacerme estornudar. Y el estornudo se transforma en una alergia que solo cesa si dejo de husmear en el sótano, dónde los recuerdos están cubiertos de tierra, de aire, de nada. Sin embargo, más de una vez, la curiosidad me llama, y me hace abrir una y otra vez, esas cajas olvidadas dónde alguna vez guardé más de una palabra, más de una caricia, más de un beso, más de un ayer, y más de un antes. A veces releer viejas páginas se vuelve una necesidad, es como querer volver a interpretar el texto que leí incontables veces en hojas anteriores, y eso es lo que genera que el libro nunca tenga un final, porque yo soy quién lo mantiene abierto. Es como que en el momento de volver a escribir una historia, o lo que fuere, no doy vuelta la hoja hacia adelante, sino hacia atrás, para ver si lo que había escrito en la anterior, conllevaba una coherencia, o una relatividad, o una lógica oculta tras algo totalmente ilógico. Es como que el pasado quiere invadir al presente, para ser parte de un futuro. Y tal vez, cuesta entender, que no se puede vivir del pasado ni del recuerdo, ni de lo que se vivió ayer y ya no se vive hoy.

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